domingo, 28 de abril de 2013


LA CLASE POLÍTICA:


El dilema sobre la clase política es uno de los grandes temas de conversación a día de hoy. Ciudadanos de todas las clases, lugares y condición se encuentran constantemente en conversaciones que versan sobre los aspectos d la política de hoy en día, llgando al final a un callejón sin salida porque nadie sabe qué ocurre realmente, aunque creen saberlo todo. La política es, sin duda, la reina de las ambigüedades a día de hoy, de los misterios. Es una nube que pesa sobre nosotros, cuestión de vida o muerte, de crisis o gloria, pero de la que ninguno conocemos nada más que aquello que nos cuentan, y lo poco que podemos sacar en claro de todo ese “collage” de información.
Mis opiniones por tanto sobre la política de hoy en día son tan cambiantes y mutan tanto como una goma de mascar en la boca de un niño porque no es un tema en el que tenga la información de lo que realmente está sucediendo. Y creo que nadie la tiene.
A FAVOR, diría que se trata de una política (aparentemente) democrática donde todos nosotros bajo referéndum elegimos a quien nos gobierna. Hoy en día tenemos el sistema partidista que hemos elegido tras centenares de años de otras formas de gobierno muy distintas y el hecho de que al fin podamos elegir quién nos va a gobernar resulta ser todo un alivio. Por supuesto siempre habrá críticas, gobiernos mejores y peores, gobiernos que busquen paz y después gloria para el ciudadano o para sí mismos, políticas más y menos capitalistas, pero al final, debemos tener en cuenta que al núcleo de esta entidad –los políticos- lo hemos elegido nosotros gracias a esa libertad de la que en esta nueva era gozamos.
Hay personas que la critican por la situación que se está creando a raíz de esta crisis, preguntándose si son los verdugos o simplemente unas víctimas al igual que nosotros. Víctimas porque esta situación económica sólo puede ser bien llevada si esta realidad se tratare de una leyenda. Víctimas por la extrema dificultad de gobernar un país cuyo déficit público a cierre de 2012 ha sido del 10%.
EN CONTRA y por otro lado tengo que añadir que no hay que ignorar los constantes escándalos que están surgiendo con respecto a este nuevo gobierno. Las palabras “robo” y “fraude” aluden a él constantemente, llenando los artículos de la prensa con tanta vehemencia que cuesta pensar que el río que suene cuando parece que no está llevando agua. Aguas turbulentas, en las que la máxima absolutista de “todo para el pueblo pero sin el pueblo” ha sido tan vulnerada que ha pasado a ser “todo para nosotros pero aparentemente con el pueblo”, todavía más pesimista. ¿Qué está ocurriendo realmente? ¿Nos están intentando salvar, o intentan salvarse a ellos mismos?
¿Quiénes son “ellos”? Porque no hay que ignorar tampoco la fuerte cohesión del poder político con el poder bancario. Parece que éstos son quienes realmente tienen sujetas las cuerdas de nuestro bienestar, moviendo a la clase política en función de sus intereses. Ya no porque sean necesarios para sacarnos de esta lamentable crisis, sino para asegurar la estabilidad de la larga lista de millones que encierran las cuentas de las clases más poderosas. Realidad o ficción? Por los intereses de quién se está gobernando realmente? ¿Qué relación tienen realmente entre sí aquellos que nos gobiernan?
Ojalá que los buenos políticos vuelvan a hacer acto de presencia, y se dediquen más a cumplir las expectativas que todos tenemos puestas en ellos en lugar de preocuparse sólo por convencer al ciudadano en las campañas electorales a través de agresiones a la oposición y marketing subliminal.

LA TELEVISIÓN:

Lo que tengo que decir A FAVOR de la televisión es poco pues no soy gran usuaria de ella debido a los programas que se suelen emitir, pero como televidente eventual tengo que decir que es absolutamente necesaria para conocer qué son y cómo piensan las personas de nuestra sociedad. Sus contenidos suelen ser de mejor y de peor gusto, pero esta “caja tonta”, como la llamaban algunos hace años, no es ni más ni menos que un vivo reflejo de lo que somos, de lo que en nuestro interior poseemos y sobretodo de lo que deseamos. Y si uno quiere saber de qué pasta está hecho el ser humano de principios del siglo XXI debe acudir no sólo a la planicie de Internet, sino al directo de la televisión.
A día de hoy la televisión es de una riqueza en cuanto a su variedad impresionante; se nos ofrecen una variedad de contenidos y programas tan extensos que podemos pasar en un minuto de la naturaleza hasta las noticias, de “cómo hacer una tarta de diseño?” hasta un capítulo de una serie de los noventa, desde una orquesta de música clásica hasta cadenas de rock y música del nuevo siglo. En nuestra televisión actual podemos encontrar casi de todo, por lo que si no estamos satisfechos con lo que emiten en uno, podemos acudir a otro alternativo cuyo contenido nos resulte más gratificante en ese momento.
El problema reside en qué es lo que vamos a elegir. No hay que olvidar que la televisión se rige por la búsqueda de la máxima audiencia y, si elegimos un programa determinado, seguramente será el que acabrá reinando en los distintos canales. He aquí el problema de la televisión, que no sólo elegimos qué ver, sino que ella se adapta a nuestros gustos a la hora de elegir sus emisiones.
Eso me lleva a encontrar mi primer punto EN CONTRA de la televisión moderna: sus repetidos y esencialmente pobres contenidos. Sea la hora que sea, la mayoría de emisiones que uno encuentra al hacer la “ronda de búsqueda” diaria es una colección de personas vacías de contenido, sin ética, sin valores, haciendo o diciendo cosas y palabras igualmente carentes de contenido, ética y valores y, en definitiva, riqueza. La riqueza interior, eso que nos hace grandes, especiales y dignos de ser escuchados no es precisamente lo que encontramos en la televisión desde hace ya algunos años.  Y esque igualmente la sociedad de hoy está en bancarrota moral.
Cuando camino por la calle hay tantas veces en las que pienso: tengo 30 años y sólo me satisface 1 conversación de cien de las que escucho… No es triste? Pero quién es triste, ellos o yo? O quizá ambos? De donde viene esa tristeza, de fuera o de dentro? De la televisión, o de lo que elegimos ver en ella?