domingo, 28 de abril de 2013


LA TELEVISIÓN:

Lo que tengo que decir A FAVOR de la televisión es poco pues no soy gran usuaria de ella debido a los programas que se suelen emitir, pero como televidente eventual tengo que decir que es absolutamente necesaria para conocer qué son y cómo piensan las personas de nuestra sociedad. Sus contenidos suelen ser de mejor y de peor gusto, pero esta “caja tonta”, como la llamaban algunos hace años, no es ni más ni menos que un vivo reflejo de lo que somos, de lo que en nuestro interior poseemos y sobretodo de lo que deseamos. Y si uno quiere saber de qué pasta está hecho el ser humano de principios del siglo XXI debe acudir no sólo a la planicie de Internet, sino al directo de la televisión.
A día de hoy la televisión es de una riqueza en cuanto a su variedad impresionante; se nos ofrecen una variedad de contenidos y programas tan extensos que podemos pasar en un minuto de la naturaleza hasta las noticias, de “cómo hacer una tarta de diseño?” hasta un capítulo de una serie de los noventa, desde una orquesta de música clásica hasta cadenas de rock y música del nuevo siglo. En nuestra televisión actual podemos encontrar casi de todo, por lo que si no estamos satisfechos con lo que emiten en uno, podemos acudir a otro alternativo cuyo contenido nos resulte más gratificante en ese momento.
El problema reside en qué es lo que vamos a elegir. No hay que olvidar que la televisión se rige por la búsqueda de la máxima audiencia y, si elegimos un programa determinado, seguramente será el que acabrá reinando en los distintos canales. He aquí el problema de la televisión, que no sólo elegimos qué ver, sino que ella se adapta a nuestros gustos a la hora de elegir sus emisiones.
Eso me lleva a encontrar mi primer punto EN CONTRA de la televisión moderna: sus repetidos y esencialmente pobres contenidos. Sea la hora que sea, la mayoría de emisiones que uno encuentra al hacer la “ronda de búsqueda” diaria es una colección de personas vacías de contenido, sin ética, sin valores, haciendo o diciendo cosas y palabras igualmente carentes de contenido, ética y valores y, en definitiva, riqueza. La riqueza interior, eso que nos hace grandes, especiales y dignos de ser escuchados no es precisamente lo que encontramos en la televisión desde hace ya algunos años.  Y esque igualmente la sociedad de hoy está en bancarrota moral.
Cuando camino por la calle hay tantas veces en las que pienso: tengo 30 años y sólo me satisface 1 conversación de cien de las que escucho… No es triste? Pero quién es triste, ellos o yo? O quizá ambos? De donde viene esa tristeza, de fuera o de dentro? De la televisión, o de lo que elegimos ver en ella?

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